Cuando hablamos de conducción autónoma, además de mentar a la madre de esos artefactos malignos que están llamados a arrebatarnos la pasión por el Motor a cambio de prometernos más seguridad, lo hacemos pensando en el coche que se conduce a sí mismo, pero rara vez pensamos en el tipo que va ahí sentado, viendo pasar las cosas como vaca que ve pasar el tren. Hasta hoy. Gracias a OatMeal hemos aprendido seis cosas que se aprenden sentados tras el volante de un coche autónomo de Google. Pasa que como estos días estamos llenos de «listas de cosas que» y no era cuestión de saturar con una más¹, vamos a plantear las cosas de un modo diferente, y ya si eso quien quiera ir más allá tiene un enlace para inspeccionar. Una de las cosas que se aprenden yendo de acompañante en un coche en el que es el coche el que se conduce a sí mismo², es que la gente conduce fatal. ¿Hace falta un coche autónomo para llegar a esa conclusión? No, basta con pillar un taxi en Atocha y pedir que te lleven hasta Las Rozas, por decir algo, y el resto viene rodado. Pero en el caso del Google Car, los datos de siniestralidad vial ofrecen una perspectiva… diferente. Comercial. Te garantizo vida. ¿Cómo no me vas a comprar? Al margen de todo… mira que es feo, el jodío Otra cosa que se aprende es que al Google Car le queda un buen rato para poderse medir de tú a tú con los reyes del asfalto. Sobre todo, si los reyes son unos garrulos o si viven estresados al volante o si no tienen ni idea de lo que hacen con un coche entre manos… o todas a la vez. El Google
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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