Una tarde de verano malagueña, con un sol de justicia y con el mercurio acercándose peligrosamente a la barrera de los 40 grados, un servidor no se encuentra en la playa de la misericordia como cabría esperar. Tengo un plan en mente mejor para disfrutar de este caluroso día, un plan que comienza en una terraza de una venta situada en los montes de Málaga. Desde ahí, y a la sombra, disfruto cerveza en mano, sin alcohol, de las vistas que me proporciona el invitado de la prueba de esta semana, un invitado que, como no podía ser de otro modo, llega desde Alemania: el BMW Z4 sDrive35is, el modelo más potente de la gama.
Las líneas de este roadster alemán me tienen encandilado, tanto que llevo un buen rato mirando detenidamente cada centímetro de su pequeña pero preciosa carrocería. Sin duda, las disposición clásica de sus organos mecánicos y su condición de biplaza le otorgan unas proporciones épicas que hacen girar cabezas allá por donde vaya, y sino… lo hará el sonido que emana la doble salida de escape, un sonido que se cuece a fuego rápido en unas calderas muy especiales. Bajo el inmenso y esculpido capó que domina todo el conjunto, se esconde un bloque de 3.0 litros y 6 cilindros en línea.
Pero, ya sin mirar la ficha técnica, este BMW Z4 sDrive35is intimida al más valiente con su desafiante mirada que se une a un morro muy perfilado y agresivo que destila carácter a raudales. Como no, a los perfilados grupos ópticos le están custodiando los ya clásicos riñones de la firma de la hélice, unos riñores de proporciones deportivas gracias al gran ancho y a la reducida altura que se conjuga con un gran capó, que desde dentro puede parecer interminable, con líneas de tensión y