En las últimas dos décadas Mercedes-Benz se ha enfrentado a un problema que se acrecienta según vas lanzando toda una serie de nuevos productos en categorías y nichos inéditos para una marca, el de establecer una nomenclatura lógica y permanente en el tiempo. Una nomenclatura que en algunos casos llegó a ser confusa, viniéndose a la mente el del Clase C Sportcoupé – primero – y más tarde CLC, o el del Clase CL anteriormente conocido por la coletilla SEC y ahora como Clase S Coupé. Y en los últimos años, en los que la gama Mercedes-Benz ha crecido notablemente y aún crecerá aún más, ese problema no ha hecho otra cosa que acrecentarse. La solución que plantea la marca de Stuttgart podría conllevar, entre otras cosas, la sustitución del sello Clase M, con casi dos décadas de trayectoria, por el nombre GLE, que abriría las puertas también a un nuevo GLE Coupé.
Mercedes-Benz no ha sido la única marca que ha tenido que vérselas con la necesidad de hallar esa nomenclatura comprensible para sus clientes y a la vez adaptada a la irrupción de un sinfín de nichos antaño desconocidos, crossovers, crossovers con línea de coupé, berlinas con línea de coupé, etcétera. Un caso notable lo tenemos en BMW y sus nuevos Serie 2 y Serie 4.
De estas tres siglas que utilizará Mercedes-Benz, las dos primeras te dirán si es un todocamino (GL), mientras la última hará referencia a su categoría (A, C, E, S).
Fue el lanzamiento del Mercedes Clase A, y el advenimiento de una completa gama de productos basada en una plataforma muy diferente a las utilizadas antaño por Mercedes-Benz, el que llevó al equipo de marketing a plantearse esta cuestión existencial. La solución que tomaron fue muy lógica y fácilmente comprensible. Tenemos un Clase A en una categoría