Otra carrera extraordinaria para la saca, y van ya unas cuantas esta temporada. Por lo menos, muchas más de las que la mayoría pensaba tras el inicio de temporada. ¿Veis como hay que dar tiempo a que las cosas se pongan en su sitio, y dejarse de tonterías varias en busca del espectáculo “perdido”? Que dejen la Fórmula 1 tal y como está, que con esta parrilla de pilotos actual, se bastan y se sobran para regalarnos carreras de lo más bonitas. La lluvia a poco menos de una hora para que se apagaran los semáforos en la recta del Hungaroring condicionó en buena medida la carrera. El hecho de que todos los pilotos iniciaran el primer stint con los neumáticos intermedios implicaba que ya no iba a ser necesario montar los dos compuestos de neumáticos de seco que Pirelli había traído hasta Budapest, y eso, en una pista en la que la diferencia de rendimiento entre blandos y medios se había mostrado mucho más notable que en los últimos Grandes Premios, era un factor que no podía pasarse por alto. La influencia del Safety Car Pero ese diluvio pre-salida no iba a ser el único condicionante serio del devenir de la carrera. El Safety Car de la vuelta 8 debido al accidente de Ericsson acabó de ponerle un poco más de pimienta a una carrera que empezaba a oler muchísimo a victoria cómoda de Nico Rosberg, que ya se había escapado a 10 segundos de su primer perseguidor, Valtteri Bottas. Supongo que ya es por todos sabido que con los delta time en periodo de Safety Car, no es fundamental el momento en el que uno entre a hacer su pit stop mientras el coche de seguridad esté ya en pista (nada de anticipar su salida como intentó
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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